Hace más de una década, un turista que hizo pie en las tranquilas calles de Rio Gallegos, fue accidental testigo de un singular paisaje.
A lo largo de la calle principal, un hombre y una mujer se gritaban toda clase epítetos soeces, todos los que existen y no existen en el diccionario. Trémulos de rabia vociferaban al tiempo que, trabajosamente, seguían su camino en la misma dirección, a la par, pero desde veredas opuestas. Desde una vereda a la otra se gritaron todo el camino de vuelta a casa.
El exquisito espectáculo duró algo más de un cuarto de hora, en el que el infierno asomó por sus bocas y volcó su vomitivo contenido sobre la geografía austral.
Aumentó la excepcionalidad del incidente, la indiferencia tenaz de los lugareños que continuaban con sus charlas, sus compras y sus mandados, sin siquiera reparar en tal colorida reyerta.
Los perros ladraban alarmados y los pájaros levantaban vuelo, lo que al testigo le recordó que algo no marchaba bien pese a la indolencia del poblado.
Azorado, inquirió a su anfitrión quienes eran esos dos. “El gobernador Kirchner y su esposa...siempre se hablan así”, replico impertérrito.
Qué otra cosa pudo haber traído a la Nación este dúo beligerante, afiebrado, pleno de toda carencia, personas mal terminadas que se lanzan al mundo a mandar, sin nada en los arcones de la mente o del alma?
Qué otra cosa sino la división y la violencia?
Bien es sabido que cuando en una familia un integrante tiene problemas mentales o emocionales, todo el grupo se enferma con él.
Años atrás, tenía la firme creencia de que todo iba a volver a su cauce, cuando la realidad los aplastara vengativamente.
Ya no estoy tan segura; el daño que han causado es muy extenso y dudo que pueda borrarse completamente. Sin embargo, cabría preguntarse si los Kirchner no han sido el catalizador de un mal más profundo de la sociedad argentina.
Es que nueve años de prepotencia, soberbia, de “redoblar la apuesta”, de “nunca menos”, de “ir por todo”, de ponerse anteojeras para ignorar la realidad, de darle para adelante sin oír alarmas ni críticas, de ignorar las opiniones que disgustan, de arremeter ante cada conflicto, de crear conflictos donde no los hay me mueve a preguntarme si los Kirchner son el factor desestabilizante de una sociedad en paz o el síntoma de una división que estuvo siempre ahí y no la habíamos notado.
COMPATRIOTAS.
Decididamente no soy compatriota de Hebe de Bonafini, ni de Estela de Carlotto. Es algo que he descubierto, que pertenecemos a distintos países. No sólo pensamos distinto, somos de países extranjeros.
Tampoco soy compatriota de Garré ni de Verbitsky. No canto el mismo himno que Lubertino, ni mi bandera es el trapo colorado que pusieron en el mástil de la ESMA, cuando las tropas de ocupación de los Kirchner convirtieron esa casa de estudios en una quermese de la mediamemoria.
Toda esta gente no pertenece a mi Patria.
Los padres de mi Patria no son Rodolfo Walsh ni Mario Santucho. Mis próceres no son el Che Guevara ni Azucena Villaflor. No me importa cuántas calles, estaciones de trenes o plazas llamen con sus nombres.
El padre de mi Patria es José de San Martín, al que le quitaron la guardia de honor de Granaderos que custodiaba la casa donde nació.
Los héroes de mi patria son el Capitán Pedro Edgardo Giachino a quien le bajaron el cuadrito un grupo de concejales alcahuetes de Mar del Plata; Belgrano, que es general y no doctor, porque con las armas ayudó a forjar esta Nación y no con el código civil.
Tampoco el código civil que quieren inventar es el de mi patria, ni el matrimonio entre personas del mismo sexo es una institución que yo respete.
Sus instituciones no son las mías. El INADI no me representa porque “Betty” puede decir lo que le venga en gana de la Iglesia de Cristo... porque es judía... pero un católico no puede sugerir nada parecido sobre el judaísmo sin recibir una sanción. Al fin de cuentas, los católicos estamos para el cachetazo, lo afirma el Evangelio.
Un preso político no puede estudiar en la cárcel debido a que un profesorucho lastimoso se niega a darle clases y a eso lo llama el INADI “objeción de conciencia”. Eso no es discriminación para las instituciones de la patria extranjera pero una funcionaria del Registro Civil no se puede negar a casar a dos homosexuales por objeción de conciencia porque es discriminatorio, ni un médico a hacer un aborto, porque pierde su trabajo.
Digámoslo de una vez, somos dos países distintos viviendo en un mismo territorio. Dos países que a esta altura entiendo irreconciliables, que se alejan más y más y cada día tenemos menos que ver uno con el otro.
La pregunta es: vamos a hacer algo al respecto? Porque el trapo colorado nunca va a ser mi bandera ni el Che Guevara el padre de mi Patria. Nunca voy a aceptar sus banderas, sus próceres, ni sus instituciones, y el enfrentamiento se volverá cada día peor.
Qué se hace cuando un grupo de la población es enemigo de otro? Cuando no nos dejan vivir según nuestras creencias y quieren forzarnos a vivir según las de ellos. Se divide el país? La secesión es la respuesta? Que hicieron otros países? Alemania, por ejemplo, hizo un muro y listo, no se vieron las caras durante cuarenta años hasta que una de las patrias desapareció, producto de la realidad inclemente que todo lo nivela. Es esa la respuesta? Tendremos que levantar un muro? Podremos sacarnos de encima la población que no pertenece a nuestra Patria? Se irán de nuestro país o tendremos que irnos nosotros? Nos los sacaremos de encima pacíficamente o tendremos que pelear? Es que estos tipos nunca tuvieron un trabajo genuino y su patria es una ficción que parasita la nuestra. Acaso alguien en la Cámpora puede distinguir un trigal de un campo de soja? Lo dudo.
Aceptarán pacíficamente que además de cacarear tienen que sembrar la tierra? O tendremos que blandir el sable para explicarles que no somos el combustible de su vida fácil?
LA PATRIA, DULCE SUEÑO.
Despierto como de un dulce sueño y recuerdo los actos de la escuela “Nuestra bandera es blanca y celeste...como el cielo que hizo el Señor...es la bandera más linda del mundo...porque la alumbra el sol del amor...”.
Ahora se que algunos de mis contemporáneos tenían otra bandera, que el Señor era para ellos una imposición patriarcal y el amor un prejuicio burgués, cuando no una neurosis. Los adivino apretando los puños cuando oían sobre las glorias de San Martín, del altruismo y el valor de nuestros próceres, del sacrificio de los jujeños en su éxodo hacia Tucumán, de nuestros mártires en el Monte Tucumano peleando contra la guerrilla, de Güemes y su hermana Macacha, la visión de Roca hacia el desierto y de los extranjeros como Liniers o Brown que se enamoraron de esta Patria en expectativa, cuando no era más que un sueño de libertad. Ahora se que alguno de los que creía mis compatriotas rechinaban los dientes esperando su turno en el poder para exponer la otra patria al mundo.
Ahora que se han sacado la careta, debemos preguntarnos TODOS, los de una y otra patria... qué vamos a hacer al respecto.
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