domingo, octubre 29, 2017

EL MITO DEL SAPO, LA SERPIENTE Y LA CÁRCEL IMAGINARIA.





Por Andrea Palomas-Alarcón

Un antiguo mito, que México reclama para sus indios chocholtecos, habla de una lucha ancestral entre el sapo y la serpiente. Existen distintas versiones y lecturas de esta historia: El sapo, animal torpe, lento e inerme se ve amenazado por la serpiente, ágil y peligrosa. El sapo no tiene aguijones ni dientes, en cambio, la serpiente cuenta con  grandes colmillos de los que emana veneno.
La serpiente se duerme y el sapo traza a su alrededor un círculo de baba, asquerosa pero inocua. La serpiente despierta y se encuentra encerrada por una cárcel imaginaria, absurda, tan repugnante como inofensiva. Cada vez que pretende traspasar los límites impuestos por el sapo, éste le vomita una creciente dosis de baba pegajosa  hasta que la víbora sin entender los motivos pero sin atreverse a enfrentar tal kafkiano destino, muere  dentro del círculo. Algunas versiones afirman que se suicida inyectándose su propio veneno, otras que fallece de hambre en los límites impuestos por su exótico carcelero.
No voy a presumir de haber sido yo la que aplicó a la estrategia militar esta fábula. Lejos de ello quiero citar y reconocer en el General Heriberto Auel, militar, profesor universitario de estrategia ser el primero al que le oí esta alegoría aplicada  a la política de “Derechos Humanos” como guerra subversiva por otros medios.
La sociedad argentina se encuentra circunscripta a su círculo de baba que le han impuesto los grupos autodenominados “defensores de los Derechos Humanos”  los que no son otra cosa que el resabio de los grupos terroristas que quisieron tomar la Nación por las armas.
La domesticación que sufre nuestra sociedad frente a la “política de Derechos Humanos”  es producto de un largo proceso en el que ha intervenido la prensa, los medios culturales en general, la educación y, particularmente, la indolencia de quienes han preferido dejar hacer porque era más sencillo que recibir un baño de baba asquerosa.
¿Cómo explicar, sino, que se imponga por ley la mentira de los 30.000 desaparecidos? ¿Cómo explicar la morbosa exageración del caso Maldonado? ¿Cómo entender que el gobierno, que ha recibido un espaldarazo electoral como ningún otro en décadas siga postrándose ante hippies con carteles? ¿Cómo admitir que un organismo internacional que ya no debería existir, como la CIDH, le ordene liberar delincuentes y encarcelar inocentes?
La sociedad argentina vive presa en una cárcel ficticia  que han venido construyendo pacientemente desde que perdieron por las armas las “orgas” que hoy se llaman “organismos”. Han venido doblegando a la sociedad con un miedo real a amenazas virtuales que se aplican de a uno, sobre uno a la vez como ejemplo para disciplinar a los demás. Una maestra que pretendió dar a sus alumnos una clase de lo que fue el ataque al Regimiento de Infantería Mecanizada R29 de Formosa, otra maestra que mostró a sus alumnos un video sobre el terrorismo de los 70s, un veterano de Malvinas, hoy funcionario que habló de 22.000 mentiras, un profesor universitario que quiso poner en contexto la guerra antisubversiva describiendo los ataques terroristas; y así hasta el infinito. Todos salpicados de baba como ejemplo para que los demás se autocensuren, temerosos de emitir la verdad que perciben por sus sentidos y con su inteligencia. Temerosos de quién sabe qué. Nadie atina a explicar concretamente las consecuencias de liberarse de la mentira.
Las antiguas “orgas” hoy “organismos defensores de los Derechos Humanos” pueden estar complacidos, han perdido la guerra de las armas pero aprendieron el método de imponer su voluntad con armas de utilería, amenazando con enchastrar de baba a todo aquel que se salga del círculo que arbitrariamente marcaron. Crearon algo de la nada, sin nada, una “verdad” mítica admitida a fuerza de repetir sistemáticamente mentiras.
Esta no es una guerra que ellos hayan ganado sino que hemos perdido nosotros, por dejarnos dominar de a uno, por no tomar en cuenta nuestra fuerza y no jugarnos por la verdad y la justicia. Es una guerra perdida por comodidad antes que por diferencia de fuerzas.
La ciudadanía empieza a darse cuenta de que mientras dormía construyeron a su alrededor una prisión hipotética, ilusoria de la que no se sale sin mancharse la ropa.
Ya no podemos seguir rodeados por delincuentes con armas de juguete. Tenemos colmillos poderosos que debemos usar porque en esta insólita guerra, como  la serpiente de la fábula, nos jugamos la vida.




miércoles, octubre 18, 2017

DENUNCIA POR TRASLADO DE PRESOS POLÍTICOS








Buenos Aires, 17 de octubre de 2017



Sr. Titular de la Sec. de Estado

de Derechos Humanos, Lic. Claudio Avruj

Av del Libertador 8151, CABA

S___/___D





De mi mayor consideración:

Tengo el deber de dirigirme a Ud. en mi condición de abogada para formularle una denuncia de extrema gravedad.

Como sabrá, el día 4 de octubre ppmo. pdo. se dictó la sentencia “González Chipont Julio Guillermo y otros s/ Privación ilegal de libertad (Art.144 bis inc.1)” en la Ciudad de Bahía Blanca, pvcia de Buenos Aires.

Se informó que varios presos políticos de Argentina deberían viajar desde los lugares en los que se encuentran injustamente detenidos con prisiones preventivas perpetuas a la Ciudad de Bahía Blanca para escuchar la sentencia.

Todos ellos se negaron a través de sus defensores puesto que son personas mayores, que sobrepasan largamente los 70 y hay hasta de 82 años de edad. Muchos de ellos, con las enfermedades consecuentes con sus años pero, aun si no fuese así, sin deseos de escuchar una sentencia predecible, escrita largo tiempo atrás y con el riesgo cierto de convertirse en blanco de agresiones de personas enfermas de odio y avidez.

La justicia federal de esa Ciudad se opuso. El escarnio público de los acusados es parte de esta fiesta de la “Justicia”. Fue así que personas añosas, con enfermedades neurológicas como mal de Parkinson, presión alta, diabetes y un largo etcétera fueron transportados en un vehículo que difícilmente podría servir para el transporte de ganado hacia el matadero, por cuestiones de humanidad.

Un viaje de 10 horas que transcurrió durante la noche lo realizaron en un micro sucio, desmantelado, destartalado, sin los asientos de origen (que sí había en la parte delantera para los guardias), con asientos de plástico rígido abulonados al suelo. Sin posabrazos, sin ningún tipo de almohadón o tapizado. Asientos duros, imposible de ser reclinados, separados de los asientos mullidos de los guardias por una reja.

De más está decirle, licenciado, que no pudieron dormir en toda la noche, además de todo porque las luces permanecieron encendidas y las cámaras internas funcionando como si estos desdichados ancianos fueran personajes ciclópeos listos para saltar sobre sus cuidadores. Hay un punto en que las medidas de seguridad saltan de la crueldad al patetismo.

Todas las ventanas estaban herméticamente cerradas y los vidrios pintados. Sólo un ventilete en la parte superior dejaba ingresar algo de aire. Poco.

Algunos intentaron vanamente pegar un ojo, acomodando sus pocos efectos como improvisadas colchonetas en el suelo, sucio, mugriento.

Esto no es todo, el viaje de ida se realizó con una sola parada para ir al baño, ocasión en la que guardias fuertemente armados con itacas los vigilaron concienzudamente, atentos a cualquier señal de escape.

Una vez en Bahía Blanca se los acomodó en pequeñas celdas, hacinados, al punto que cuando desplegaban los colchones para dormir tapizaban la totalidad del suelo. Los presos políticos que fueron a la sentencia lo sufrieron en forma transitoria pero hay presos políticos que viven así, en Bahía Blanca, de manera permanente.

Luego de la sentencia, efectivamente estos condenados fueron agredidos verbal y hasta físicamente. Los jueces no tomaron los recaudos suficientes o, tal vez, lo hicieron y ese fue el resultado buscado.

A la vuelta fue distinto, ya no pararon por el camino para ir al baño. Como los baños de este esperpéntico vehículo se encontraban anulados, les proveyeron a los detenidos de unas botellas de lavandina vacías en cuyo interior y a través del orificio debían orinar. Esto ante las cámaras encendidas en todo momento y también en el baño anulado, donde deberían intentar la maniobra de embocar los desechos con el micro en movimiento.

Licenciado Avruj, antes de mí muchas personas se dirigieron a Ud. para rogarle que en su condición de Secretario de Derechos Humanos de la Nación se interponga en el suplicio que se les hace pasar a los presos políticos de Argentina; presos políticos que conserva en esa condición su gobierno y que debía ser vergüenza de su gobierno y de todos los argentinos de bien. Siempre ha respondido con el manual de la corrección política de la separación de poderes, que su administración no aplica cuando la Secretaría a su cargo actúa como querellante en juicios de “lesa” humanidad.

Todo tiene un límite, licenciado, hay cosas que no pueden seguir disimulándose para seducir a los lobos disfrazados de ovejas que, dicho sea de paso, no quieren ser seducidos ni nunca lo serán por su gobierno, haga lo que haga.

Parte de su función es velar por el cumplimiento de los Tratados Internacionales, entre ellos la CONVENCIÓN INTERAMERICANA SOBRE LA PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS DE LAS PERSONAS MAYORES (A-70) recientemente suscripta por nuestro país.

Cuando vemos que los más corruptos de nuestra sociedad, que se han robado hasta la comida de la boca de los pobres son traídos a declarar en avioneta, nos damos cuenta de que se gobierna para quedar bien y no para hacer el bien.

Usted es Secretario de Derechos Humanos, licenciado, su obligación es defender a los más vulnerables, a los presos políticos de la justicia militante. Para todo lo demás está la justicia verdadera que en Argentina, sigue siendo escasa





Andrea PALOMAS ALARCON*

Abogada T76 F 225 CPACF

DNI 18011160

Dirección Bme Mitre 1314 piso 6 “C” C.A.B.A.

4381-6252

* La Dra. Palomas Alarcón es socia de Justicia y Concordia