Patria, no me mates...
Patria, no me niegues...
Sabes que cuando hablas
de “interrupción”, es de mi vida de la que hablas? No tengo un botón que dice
“pausa” para volver a vivir dentro de un rato. Cuando me interrumpes, lo haces
para siempre.
Patria no me ignores...
Todos los días soy un
poquito más grande y esta mañana descubrí con alegría que me salió un nuevo
dedito. Dame una oportunidad, dame tiempo, crezco tan rápido como puedo. Pronto
tendré mi mano completa y podré saludar a mamá cuando se aleja del colegio.
Déjame ponerme el guardapolvo blanco y soñar cuando la maestra me cuente sobre
las glorias del General San Martín, en su tordillo blanco como la nieve de la
Cordillera, con su capón al viento y su rostro de acero y de bronce.
Déjame ser un niño más,
como los otros.
Patria, no me excluyas...
No soy responsable por lo
que hicieron mis padres y ya es bastante dolor que no me quieran.
Quiéreme tú en lugar de
ellos.
Déjame convertirme en un
hombre de bien, prometo no defraudarte. Déjame ir a la escuela o a la
universidad, quiero ser un doctor o trabajar con mis manos y
devolverte en riquezas el invalorable don de la vida. Ten fe en mí, ten
esperanzas.
Patria, no me ofendas...
Aunque todavía soy muy pequeño
tengo mi dignidad.
No soy un tejido ni un
bulto, soy un niño. Dios conoce mi nombre aunque mi madre no lo ha elegido todavía.
No tengo autonomía pero existo, tengo vida. Acaso vas a matar a todos los que no se valen por sí mismos?
A los que van en silla de ruedas porque no pueden caminar? A los que no
respiran sin una máquina? A los que no pueden alimentarse sin ayuda?
Patria, no me asustes...
Jesús toma mi mano y me
sonríe pero en sus ojos hay tristeza. Me pide que sea valiente pero yo no
quiero ser valiente, sólo soy un niño; quiero que me quieran y que me cuiden.
Patria no me niegues...
Mi vida es importante,
tanto como la de mi madre o mi padre. No soy menos que ellos.
No me juzgues...
No me condenes sin
escuchar mi alegato. Soy inocente, soy un niño.
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