Esta victoria nos la merecíamos. Pese a mi visión crítica de la Argentina no creo que un país, por muy graves que sean sus faltas, se merezca un gobierno tan corrupto, tan perverso, tan miserable e ignorante, tan prepotente como el que asaltó el Poder en el 2003.
Fue una victoria merecida, fruto del esfuerzo de todos, nadie nos regaló nada. Menos que nadie el gobierno no nos regaló nada.
Fue mucha la gente que se ofreció como autoridad de mesa, me incluyo, recién me llegó el telegrama el sábado por la tarde pero pude cumplir con mi obligación y mi deseo de que a los ciudadanos no se les vuelva a robar el voto.
Fue mucha gente a votar. Diría que al menos, un 10% más de gente fue a votar.
Hubo más entusiasmo, más fervor, más militancia de los que no estamos dispuestos a que nos atropellen.
Personalmente no tenía mucha fe, pensé que en la provincia de Buenos Aires iba a volver a haber fraude. No lo hubo, en parte, porque los intendentes del conurbano traicionaron a Kirchner. Ordenaban a la gente cortar boleta para no hundirse con Kirchner. "Voten a De Narváez para diputado pero pongan nuestra boleta para concejales".
También porque hubo más fiscales y porque la gente, prevenida, se llevó su propia boleta.
La política, a veces, nos da lindas sorpresas.
"Creo que actualmente hay dos Argentinas: una en defunción, cuyo cadáver usufructúan los cuervos de toda índole que lo rodean, cuervos nacionales e internacionales; y una Argentina como en navidad y crecimiento, que lucha por su destino, y que padecemos orgullosamente los que la amamos como a una hija. El porvenir de esa criatura depende de nosotros, y muy particularmente de las nuevas generaciones".
Leopoldo Marechal.
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