lunes, noviembre 02, 2015

ARGENTINA Y VENEZUELA, GOLPES DE ESTADO EN PARALELO.



Sorprendente paralelismo el de Argentina y Venezuela aunque nos pensemos tan lejos.

En ambos, la amenaza de desalojar al totalitarismo del Poder. En ambos, la amenaza desde totalitarismo de hacer un golpe de Estado.

En Venezuela el descontento es tan atroz y generalizado que la empresa trampeadora de las elecciones, Indra, ya no puede mentir el resultado adverso de las elecciones.

En Argentina, el compromiso de la sociedad que se ha impuesto la obligación de desterrar el fraude resulta en la posibilidad cierta de que el kirchnerismo pierda las elecciones frente a Macri.  El control de los comicios ha sumergido al oficialismo en la desesperación más profunda. 

¿Cómo han reaccionado ambas tiranías? De la misma manera. No podía esperarse menos de lo que surge del mismo origen y se dirige al mismo objetivo. 

¿Cómo ha reaccionado la tiranía pro-cubana de Maduro? Infundiendo miedo a la población: “si no nos votan blanquearemos la dictadura gobernando de espaldas al resultado, con una junta militar”.

¿Cómo ha reaccionado la tiranía de kirchner? Las declaraciones son débiles aun, parten de miembros inorgánicos pero aseguran que Vidal no podrá gobernar la provincia, ni Macri el país. Aquí no amenazan con un triunvirato militar sino con paros y movilizaciones “populares”. 

Siguen los paralelismos: el kirchnerismo arruinó la economía argentina en medio de la mayor bonanza de producción y precios de la soja.

El chavismo castrocomunista arruinó la economía venezolana en medio de la mayor bonanza de los precios del petróleo. 

Ambas dictaduras son fotocopias autenticadas entre sí que se miran y se vuelven certificar.

Ambas responden a la posible debacle electoral (por el momento posible y probable) de la misma forma: con violencia, amenazando al electorado, “si no ganamos por los votos, hacemos un golpe de Estado”. Cada dictadura, a su manera, lo disfraza de lo que puede. La venezolana amenaza con sus bien provistas Fuerzas Armadas, corruptas y narcotraficantes, que tienen su destino atado al chavismo.

La kirchnerista con la ingobernabilidad, con el “pueblo en la calle”, con los gremios alzados en combate.

Ambas dictaduras son lo mismo y responden al mismo orden: el control de latinoamerica desde el DA (Departamento América) en la Habana. 

Amenazar al elector con violencia si no se vota de determinada manera responde a una lógica totalitaria bien diagramada. No es casual que se amenace con violencia en ambos casos.  

Estas estrategias no están diseñadas ni por casualidad, ni por personas iletradas e incapaces como Kirchner o Maduro. La amenaza al electorado –que llegado el caso será de difícil o imposible cumplimiento- obedece a un estudio del control de masas ampliamente conocido por el comunismo superviviente de la Habana. 

Está bien documentado que el ciudadano medio es pacífico, que busca el bien común y huye de la violencia. Está bien estudiado, también, que unos pocos violentos (violencia extrema) pueden controlar a millones.

Ante la disyuntiva de soportar un gobierno insoportable y enfrentar la violencia, el pensamiento de masa opta por el camino pacífico de seguir tolerando. 

Por eso no es casual que Maduro haya amenazado a los votantes con desconocer el resultado de las urnas y descartar los últimos vestigios de democracia que quedan. Tampoco es casual que, solapadamente en algunos casos, abiertamente en otros, desde el kirchnerismo se amenace con ingobernabilidad y violencia. 

En Argentina, el hartazgo es tan profundo y generalizado que la amenaza de violencia, sólo genera más hartazgo. 

El resultado de las elecciones del 25 de octubre renueva las esperanzas del cambio y, aunque el kirchnerismo cifra sus ilusiones en el “pueblo movilizado” para desalojar a los que les ganen las elecciones, la realidad es que es que esa amenaza no ha tenido mucho éxito en la Ciudad, y no lo tendrá en la Nación.

Lamentablemente para Venezuela es más difícil desterrar del Poder a un gobernante traidor, que obedece a una potencia extranjera, sostenido con un ejército bien pertrechado y narcotraficante. 

El tiempo jugará sus cartas. 




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