viernes, abril 18, 2014

LA COARTADA

Desde mucho antes de que el socialismo redescubriera a Gramsci las imposiciones totalitarias se esconden detrás del arte. 
Es la coartada: si un buen escritor cree en el comunismo, el comunismo no debe ser algo tan malo; un hombre inteligente debería detectarlo. El equivocado debo ser yo... mejor es guardar silencio para no pasar por ignorante.
La muerte de Gabriel García Márquez provoca un efecto similar a la muerte de Videla pero de sentido contrario. Las mentes débiles intentan percibir para donde va el rebaño, no sea cosa que uno quede descolocado y tenga que justificar, con unos magros conocimientos encima, que no sufre la partida de García Márquez.
Es posible que Gabriel García Márquez fuera un buen escritor, este no es un blog literario. Pero también fue un agente castro-cubano y un gran hijo de puta.
El Premio Nobel no borra los actos miserables ni dice casi nada. También recibió un Premio Nobel de Literatura Sir Winston Churchill  por haber dirigido el triunfo durante la Segunda Guerra Mundial. Por otro lado no le fue otorgado a Jorge Luis Borges, por motivos igualmente políticos.
Esto no significa que García Márquez no sea un buen escritor, alcanza a indignar, tal vez, que detrás de la coartada de la literatura, se escondan ideas políticas esclavizantes y destructivas con ropajes de intelectualidad y vida bohemia. Es entrar por la ventana cuando la puerta se halla bloqueada por el sentido común.
Sus libros sobrevivirán a un hombre mezquino. No hay suficientes libros que borren el daño que sus actos le hicieron al mundo, aunque fuera en su alícuota moderada de contribución al comunismo.
Antes que recordarlo por sus palabras, prefiero recordarlo por las palabras de otro, que relata hechos en los que Gabriel García Márquez estuvo involucrado. Hechos que definen a una persona.


De "El furor y el Delirio" de Jorge Masetti.



"...Esa misma noche, como último recurso, Ileana y yo fuimos a ver a Gabriel García Márquez, a la lujosa residencia de Siboney que Fidel le había regalado, para pedirle que intentara una última intervención. Era quizá la única persona susceptible de tener alguna influencia sobre Fidel, y además conocía y estimaba a los condenados. En casa de Tony habíamos encontrado su libro El general en su laberinto- amarga coincidencia-, con una dedicatoria halagadora: "A Tony, el que siembra el bien...". Nos dijo que lo tenía conmovido el proceso y que estaba en desacuerdo con las ejecuciones.
     Llegamos a la una de la mañana. Sin saberlo, casi nos cruzamos con Fidel, que acababa de partir. Sólo ellos saben lo que se dijeron, en la intimidad de una complicidad que los ata desde hace varios años.
     Gabo nos hizo entrar y nos ofreció café. Aun colgaba de la pared del salón el cuadro que Tony le había regalado. A Ileana y a mí nos invadió una mezcla de furia y de desesperación. Le pedimos que hiciera algo. Sólo nos respondió que acababa de hablar largamente con Fidel, que ni los amigos ni los enemigos deseaban esas ejecuciones y que teníamos que confiar en la eficacia de las gestiones discretas.
        Al día siguiente se marchó a París.
        Nunca más lo vimos.
    Más tarde supimos que había desempeñado en Europa la función de embajador oficioso de Fidel, para explicar y justificar las ejecuciones: que se trataba de un problema entre militares y que Fidel se había encontrado en una situación que no le había permitido actuar de otra manera...
...El 13 de julio, a las cinco de la mañana, me enteré por la radio de que se había ejecutado la sentencia. El mismo día la esposa de Tony recibió una simple tarjeta informándole que el cuerpo de su marido estaba enterrado en el cementerio Colón, en una tumba sin nombre, bajo la matrícula 46.427, junto a otras tres tumbas anónimas.
   Son las sepulturas de cuatro revolucionarios."

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