miércoles, marzo 19, 2014

Carta del Comisario Etchecolatz al juez Rozanski



Carta abierta al juez  Carlos Alberto Rozanski

Hay cosas que por ser tangibles uno no puede menos que dejar de reconocer. A lo largo de todos los juicios en los que usted me ha enfrentado, no juzgado, cabe suponer que usted cree haber ganado como si la administración de justicia se tratara de una prueba deportiva y no de poner en juego, solo con la verdad, eso que la sociedad ha puesto en sus manos, el libro de la ley.

El tribunal oral que usted preside está corrompido irremediablemente, pero ha sido  usted quien ha permitido con sus actuaciones que la corrupción se adueñara de su accionar. Es usted quien ha convertido a su tribunal en un lodazal jurídico donde lo único que es seguro es el triunfo de la sinrazón y es aquí donde debo reconocer la  momentánea victoria suya, porque yo no soy el procesado que enfrenta con sus circunstancias al tribunal, yo soy su condenado porque a lo largo de los juicios en que nos hemos encontrado usted ha hecho lo necesario para que yo no reciba justicia y tenga yo la seguridad que, ni bien comenzado el juicio, seré condenado diga lo que diga en mi defensa.

Usted ha montado una metodología que, burlando la ley, no solo me causa perjuicios sino que la usa para influir en personas que solo tienen la esperanza de saber la verdad de lo sucedido y no la trama de un siniestro relato urdido por quienes tienen puesta su vista en una mera ganancia. Este es un daño injustificable a mi persona y, aunque usted lo sabe, no le importa; ocupado como está en su rol de juez “estrella”

Respecto del desorden ocurrido el 28/02/2014 en la sala donde se desarrollaba uno de los tantos juicios “revolucionarios” que usted preside y donde era yo uno de los acusados principales no solo fue incapaz de corregir semejante disturbio sino que contribuyó a agravarlo faltando a sus funciones que implican lograr que un juicio se desarrolle en total concordia.

Usted no tuvo la voluntad de corregir la situación reprimiendo las exteriorizaciones de aquellos que solo buscaban el conflicto sino que con su accionar demostró que comparte sus intereses ya que aunque debía mostrarse ajeno- de ser un magistrado ecuánime- a la algarada organizada usted prefirió adherir a la pequeñez del apasionamiento evidenciados por ellos.

Si bien es menester reconocer que usted ha sabido valorar el notable impacto que la publicidad y propaganda tiene en la opinión pública y lo utiliza con sagacidad, también es cierto que comete el error de creer que los gastados argumentos que usted maneja sobre los derechos humanos siguen teniendo la misma vigencia que al principio, ya que la sociedad se ha dado cuenta- lentamente, es cierto- que en su conjunto todos estos enunciados grandilocuentes que usted repite solo tienen el objetivo de enmascarar las verdaderas intenciones de aquellos de los cuales es usted solo un peón.

Es usted, Dr. Rozanski, hombre de palabra rápida y engreída. En su soberbia habla como si la posteridad estuviera atenta a sus palabras. Sus reiteradas alusiones a la “legitimidad de su función” solo tienen como objetivo justificar su sumisión al poder político olvidando que es frase no le pertenece, es la misma que cientos de jueces usaron en la Rusia soviética, la Alemania nazi o la Italia fascista para justificar su contribución a la pérdida de la independencia judicial en función de los inconfesables intereses de sus amos.

Algún día la sociedad argentina tendrá la posibilidad de saber como un sistema judicial corrupto mantuvo a fuerza de calumnias y falacias a ciento de rehenes que tenían escrito en sus prontuarios. “lucharon por la libertad de los argentinos”

Yo, con más de ochenta años, estoy en sus manos. Es muy posible que muera en prisión tan solo para satisfacer no solo su ego sino también su deseo de hacer las cosas conforme a los dictámenes de quienes son propietarios de su conciencia y a quienes solo  los mueve un deseo espurio de venganza.

Ud. como juez ha carecido de valor para mantener a la verdad en alto; esa carencia le impide siquiera, intentar ser justo.


Miguel O. Etchecolatz
Prisionero de Guerra
L.E.: 5.124.838

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