miércoles, noviembre 18, 2009

El poder de la revancha y la estudiantina al poder.

"Esta mujer, que hoy se enoja con Clarín y advierte un golpe de Estado en cada crítica, no tiene conocimientos profundos, fue espectadora de asambleas del '70, admiradora del peronismo del '50 (la Cristina es cincuentista, váyanlo sabiendo. Su marido, peor, sin leerlo, trabaja de personaje de Eichelbaum)", dice el autor. Samuel Eichelbaum fue un periodista y dramaturgo entrerriano autor de Un Guapo del 900, la obra que en el cine protagonizó Alfredo Alcón.
POR RAÚL ACOSTA (*) 18/11/2009 15:59

ROSARIO (Especial para Urgente24). Estamos llegando al fin del 2009. No hay buenas perspectivas (poco pan dulce, nada de sidra peronista). El poder en manos de los K (Cristina al gobierno, Néstor al poder, Kunkel, Parrilli a la piecita de atrás, Aníbal Fernández comandando los barrabravas) no trae nada alegre para el año del bicentenario. La oposición abunda en la tristeza y la traición, es un remedio que empeora el mal.
El poder K es una estudiantina atrasada que no resolvió su ausencia, su faltante, su juventud perdida, que estamos pagando todos. Somos un diván que no logrará curarlos.
Argentina está pagando la revancha del daño feroz, psiquiátrico, de estos muchachos. Como ignorantes con plata quieren comprarse un pasado. Aquellos estudiantes, los verdaderos, no vuelven más. Quedan sus vicios, practicados por los peores.
En las viejas prácticas de la militancia estudiantil, sobre 1960, había varios tipos de oradores. Dos eran especiales.
Uno. Rompedores del hielo, oradores que decían exabruptos y lograban descifrar el “armado” del mitín. Termómetro de asambleas. Mandaban un mensaje de exaltación.
Dos. Simpáticos narradores de la nada, que hablaban largas horas con obviedades inobjetables, pero imposibles de ejecutar inmediatamente (libros baratos, ingreso irrestricto, co-gobierno, mas presupuesto, para el pueblo lo que es del pueblo, Reforma Agraria, el fin de los Latifundios, todo el poder a los Sóviets… ). Adormecedores de asambleas. Enviaban un mensaje adormecedor.
Uno y Dos eran complementarios.
Resultado: demorar, hasta que quedasen, después de largas horas de maratón discursiva, los mas duros militantes y entonces, recién entonces votar, pedir mandatos de asambleas, elegir delegados… manejar, con los pocos fieles, el total de la Asamblea, el total de la Facultad, de la Universidad. Alguien, en la mesa de un bar cercano, quedaba satisfecho. Era el que no hacía discursos, no era “simpático”, sabía y organizaba la estrategia y la táctica.
El poder de aquellas asambleas servía para decir al día siguiente: …“los alumnos, en democrática asamblea…”. Poquísimos alumnos, nunca votación secreta, cerrada, de todos. “Alumnos, en democrática asamblea”… Imposible rebatir esa verdad, tan equívoca.
Lo mas enhiesto de aquellas asambleas era la “moción de anhelo”. Es grato evocar el punto mas alto de aquel pasado, las incomprensibles verdades aligeradas, una situación de mentiras (“aquí esta la población estudiantil decidiendo su futuro…”) que se tornaba jocosa cuando alguno de los dos tipos de oradores (se turnaban) presentaba la clásica “moción de anhelo” que siempre aparecía, como el atardecer y los amores de estudiantes.
Moción de anhelo… compañeros: que la Asamblea pida que se retiren los yankis de Viet-Nam…
Que levanten la mano los que estén a favor…
Aprobado por unanimidad….
Todos votábamos. ¿Qué otra cosa que anhelo? Honesto, por cierto.
Sentido anhelo. ¿Cómo no compartirlo?.
No se fueron de Vietnam por nuestros votos, puede asegurarse este punto.
En Argentina cunde la moción de anhelo.
El marketing de títulos en diarios y noticieros es eso: moción de anhelo. No soluciona los problemas, puede asegurarse este punto.
De a poco el asunto se encaminaba. Las asambleas daban mandato para cualquier declaración posterior con eso, con respaldo de la asamblea soberana.
Aquellos representantes estudiantiles (1960 y un poquito más) fueron, seguro, los que aprendieron y enseñaron, en ésa fragua, el modo de actuar que aún persiste.
Se convirtieron, todos ellos, en dirigentes políticos. Nuestros actuales dirigentes políticos devienen de aquellas asambleas, si no los fabricó el triunfo en otras disciplinas como el deporte, la disciplina que fraguó a Pichi Campana, a Scioli y Reutemann.
Conocer de filosofía, de política era (y es) otra cosa.
Ser un letrado no califica mejor, simplemente es otra cosa.
El letrado, que si lee y escribe, sabe su ignorancia (oximoronea, para neologizar este divague) y sufre por ella.
Conocer es adentrarse en un mar que no tiene fin, que solo reconoce saber que no se sabe y, humildemente, comenzar a desasnarse.
Los triunfadores de hoy no creen necesario este asunto, no lo ven así. Razón tienen. Ya han triunfado. ¿A qué cambiar una fórmula exitosa…?
A mitad de camino de los winners de la bandera a cuadros o el triple salvador en el último segundo del último cuarto, los militantes de la segunda línea de cuadros en las asambleas estudiantiles del siglo pasado, tienen problemas de construcción insalvables.
Las asambleas entregan gimnasia para el debate… no dan conocimientos teóricos.
Si se fue, nada más, oyente de esas asambleas y aquellos grupos, el punto de origen es el subsuelo del conocimiento. No estaban en la chiquita que decidía cómo actuar ésa noche. Tampoco en la grande que llevaba la línea. Eran aplaudidores de allá, de las gradas altas. En los años ‘60 y ’70 los conocimientos debían estar, debían conseguirse previa, paralela y permanentemente, en otros ámbitos. Igual que hoy.
A los mitines se llegaba sabiendo, conociendo la posición a sustentar, a defender.
En los mitines sólo se aprendía a denigrar al adversario. Arte de la chicana, de la mínima lucha desestabilizadora. Verbos para el agravio. Poco silencio, mucho barullo.
Administrar no debería ser así. Pero vivimos en nuestro país. Con el mando total en mano de aquellos que fueron oyentes de asambleas, escuchas de segunda fila.
En Argentina todo deviene, mucho decae, lo malo se mantiene y se acrecienta.
Algunas de aquellas prácticas persisten, reaparecen.
Como los hongos y la humedad, los mosquitos y los estanques, la primavera y la inflación: un día llegan, vuelven, aquí estamos, nos dicen sin culpa ni pecado.
Soberbios como un atardecer y un amor (de estudiante) no solo en la universidad, en el país todavía encontramos, padecemos a los reivindicadores de Asambleas Soberanas, de las verdades mentirosas. Del sueño de las mociones de anhelos.
Aquellos que aprendieron el arte de la apretada, de los largos discursos para llegar a la nada. Aquellos que debían responder a las órdenes de la última mesa del bar de la cuadra siguiente al recinto de la asamblea. Los que hablaban en el nombre de otro.
Réplica de aquel país, perdido en el plomo del 1966 a 1983. Réplica. No hay más versiones originales. La flecha del tiempo tiene un sólo sentido.
No debe olvidarse que la intemperancia se llevó muchos, a los mas convencidos… y a todos los desprevenidos. La intemperancia esconde otra palabra: asesinato. Entre el 1966 y el 1983 se asesinaron muchos de los buenos y un montón que sólo quería una vida mejor. La mayoría de los muertos de un solo sector: el peronismo. Un peronismo que ni siquiera puede mostrarse de pié para decir que fue suya la sangre derramada.
La reivindican tantos que llega la confusión. Los que no sufrieron piden demasiado vehementemente por todos los muertos
Sobre diciembre de 2007, en el 2008, en este 2009 es posible advertir que aún existen, medrando en la política pública, como una restauración, los dos tipos de oradores.
Ya no hay asambleas. No importa. Retornaron los oradores y son, como antes, complementarios. Uno sostiene la diatriba, la bravata. Otra explica lo obvio, como una solución a la existencia societaria. Todos demoran la partida.
También florecen las mociones de anhelos (los yankis aún concentran el delivery de pedidos, siempre deben irse de alguna parte, devolver algo… todos lo piden hace tantos años…).
Lo desgraciado es que en la neoestudiantina que nos domina, por nuestra culpa, por nuestra santísima culpa, han olvidado el más importante sujeto de este asunto: Saber qué hacer con la cosa pública.
El conocimiento se adquiere antes, durante, siempre, en alguna parte.
Se adquiere. Se vive para aprender. No se puede gobernar sin saber. De otro modo la ciudad, la provincia, el país se convierten en una asamblea donde se quedan, para el final, algunos pocos partidarios, fieles, para decir, malévolamente, que hablan en nombre del total… Para contar una verdad…equivocada. Quieren aprender a gobernar gobernándonos. Lo estamos pagando carísimo. El futuro popular en la alcantarilla, el porvenir de algunos en El Calafate
El país resuelto en Olivos, entre dos o tres, remeda una asamblea cerca del trasnoche, una moción trasnochada.
Tenemos líos, muchos líos que solucionar.
Los problemas, es necesario marcarlo, remarcarlo, no se solucionan de otro modo que con el conocimiento, el coraje, el fastidioso trámite del laburo diario.
Esta mujer, que hoy se enoja con Clarín y advierte un golpe de Estado en cada crítica, no tiene conocimientos profundos, fue espectadora de asambleas del '70, admiradora del peronismo del '50 (la Cristina es cincuentista, váyanlo sabiendo. Su marido, peor, sin leerlo, trabaja de personaje de Eichelbaum) .
Cristina es cincuentista y malenseñada en el sur a que la discusión es un perjuicio social. En el sur discutía con su marido, supongo que en la soledad del dormitorio.
No es suficiente. No lo fue, no lo será. Una alcoba no da conocimientos científicos, discutir con la pareja no es discutir con la oposición.
El poder K no tiene el conocimiento, claro está, aún cuando algunos funcionarios piensan que no es indispensable, que sólo es necesario el discurso de barricada, la bravata en solitario, las obviedades después, como tareas complementarias hacia la nada.
El conocimiento es condición de honestidad para el funcionario, se aprende en los claustros, que exigen humildad, sacrificio.
Algunos cuadros dirigenciales fueron, si lo fueron, participantes de asambleas universitarias, acaso ni oradores, apenas levantadores de brazos pasada la medianoche, antes del último bostezo militante
Para el que aprendió la primera lección del conocimiento el poder trae deberes, no comodidades. Y responsabilidades, esas que se advierten lejanas, muy lejanas de los comprensibles fervores de estudiantes.
Pajaritos en fila y tsunamis morales son frases de la nueva barricada, chicanas, diatribas con lenguaje actualizado pero la arcaica intención. Distraer.
El trabajo de conducir una ciudad, una provincia, el país, no es una resolución con lenguaje de asamblea y, de hecho, es eso: hechos, no palabras. Un viejo latinazgo que nunca supimos concluir.
El sonoro pedido de Ortega y Gasset. Hagamos las cosas. Poco más. Poco.
Para una estudiantina en son de revancha pedirles un poco es exigirles demasiado.
Qué lástima. Y más lástima: la oposición está creyendo que se debe superar a los K con una actitud a su imagen y semejanza.
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(*) Testigo.

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