lunes, octubre 10, 2011

HISTORIA NO OFICIAL SOBRE "LA NOCHE DE LOS LAPICES".

Los que quieren imponernos el "pensamiento único oficial" sobre la historia argentina soslayan esta realidad. Esto también es memoria...memoria completa.

"Con honestidad y efectuando un homenaje respetuoso a su hermana muerta en la guerra revolucionaria, el ex montonero Jorge Falcone (hermano de Claudia, la co-protagonista de la historia, encarnada en la película por la actriz Vita Escadró), empieza a clarificar la cuestión: “Mi hermana no era una chica ingenua que peleaba por el boleto estudiantil. Ella era toda una militante convencida […]. Ni María Claudia ni yo militábamos por moda. Nuestra casa fue una escuela de lucha. […]. La construcción ideológica de María Falcone y de quien les habla no fue libresca. […] Nadie nos usó ni nadie nos pagó. No fuimos perejiles como dice la película de Héctor Olivera…fuimos a la conquista de la vida o la muerte”. Dejando constancia de las razones reales de la detención de su hermana, Jorge Falcone agrega que “en el departamento donde cayó mi ...hermana se guardaba el arsenal de la UES de La Plata. Mi hermana no cayó solamente por el boleto secundario… La compañera María Clara era su responsable. No se agarraron a los tiros con el pelotón que las fue a buscar por no hacer mierda a los vecinos en un edificio de departamentos. No porque no querían o no podían”. El ex guerrillero adiciona también una anécdota importante sobre el estreno del falsario filme: “Cuando se dio la película, yo fui llevado en andas con Pablo Díaz, el sobreviviente, del cine al Obelisco. Allí dije que mi hermana estaba en la clandestinidad con documento trucho, que respondía a una orgánica nacional revolucionaria. Eso puso a todos nerviosos. No querían escuchar esas cosas”. Finalmente, por si dudas quedaran, Falcone sentencia: “Mi hermana no era una Caperucita Roja a la que se tragó el lobo […]. Era una militante revolucionaria. […]. Era miliciana. El miliciano era un tipo que podía revolear una molotov en un acto relámpago… También podían hacer una acción de apoyo a un acto militar de mayor envergadura”. Y al respecto, el ex montonero ejemplifica: “Como cuando participamos en una serie de actos relámpago que sirvieron de cerco (nos enteramos después) en agosto del `75 para el hundimiento de la Fragata Santísima Trinidad”.[2] ¿No sería más lógico pensar que Claudia fue detenida por haber participado en atentados terroristas -confesados por su propio hermano- en lugar de ser perseguida por una insulsa manifestación peticionante de una rebaja del boleto estudiantil?


El 15 de septiembre de 1998 el diario de tendencia marxista Página 12 sorprendió a todos haciendo un reportaje a Emilce Moler, una de las “jóvenes sensibles” vinculadas a los sucesos de La noche de los lápices. La nota fue relevante principalmente porque quedaba en evidencia la falacia de que Pablo Díaz era el único sobreviviente, puesto que Moler dejaba constancia de que, además de ella, también Gustavo Calloti y Patricia Miranda (todos involucrados y muertos según el mito de marras) se encontraban con vida, en Francia y La Plata respectivamente.[3] Por otro lado, la reporteada explicaba que “no fue exclusivamente la lucha por el boleto, eso era un objetivo superfluo que fue utilizado buscando reivindicar la militancia. […] No creo que a mí me detuvieran por el boleto. La lucha fue en el año 75, además no secuestraron a miles de estudiantes que participaban en ella”. En otro medio gráfico, Moler denuncia que “en la sociedad quedó instalado que había sido la marcha por el boleto estudiantil, pero el problema era que militábamos y con eso relaciono nuestra detención”. Es necesario destacar que cuando la entrevistada habla de militar, se refiere a militancia en la UES, es decir, en una fachada del terrorismo montonero como vimos anteriormente. Prosigue Moler: “El boleto había sido un motivo claro para organizarnos, pero ocurrió en el `75. Fue mucho antes de nuestras detenciones”. Sobre la cantidad de sobrevivientes, expresa contundente: “Siempre fui fiel al relato de que éramos cuatro los sobrevivientes”.[4]

En lo que respecta al conspicuo Pablo Díaz, presentado en el embustero filme como un cariñoso adolescente de inmaculados sentimientos, lo cierto es que éste formaba parte del aparato terrorista del PRT-ERP, ya que “él ya militaba en el Frente Estudiantil de la subversión de la JG (Juventud Guevarista), rama que englobaba activistas del PRT-ERP inscriptos en institutos educacionales, de donde se extrajeron primordialmente renovadas camadas terroristas. Fue de esa militancia castro-guevarista (es decir marxista-leninista) nunca desmentida y ahora reafirmada por el propio interesado, que el casi veinteañero Díaz (un poco grande para estudiante secundario) resultó detenido entre 1976 y 1980”.[5] Algunos años después, y ya siendo no tan joven, “Pablo Alejandro Díaz hizo conocer su filiación al grupo terrorista MTP (Movimiento Todos por la Patria), prolongación del ERP, comandado por el asesino Enrique Gorriarán Merlo, que en 1989 asesinara a diez soldados e hiriera y mutilara a otros sesenta durante el ataque terrorista al Regimiento 3 de Infantería Mecanizado ‘General Belgrano’, en La Tablada”.[6]


Vale destacar la opinión que tiene sobre la temática en cuestión el ex montonero Martín Caparrós, puesto que ha conocido de cerca todos estos sucesos por su condición de ex guerrillero: “La noche de los lápices es la mayor falacia que se ha producido en la historia argentina contemporánea. Falacia que se va a reproducir cuándo, ¿mañana, pasado?, ¿cuándo es el día de la noche de los lápices? […] La noche de los lápices es un mamarracho, quiero decir es como la quintaesencia de esta idea de ¡ay!, esos pobres chicos estudiantes secundarios que querían el boleto estudiantil, los agarraron los militares que eran tan malos y los mataron a todos. Esos chicos que querían el boleto estudiantil, además de querer el boleto estudiantil, eran militantes de unas organizaciones, unas agrupaciones que apoyaban a unas organizaciones que estaban a favor de la lucha armada y de todo eso. Yo también era militante de una de esas y no creo que eso justifique de ninguna manera que los secuestren, que los maten, que los torturen, etc. Parece que al principio de esta construcción del desaparecido como víctima angelical, había mucha gente que pensaba que si hubieran dicho que esos desaparecidos no eran chicos que pedían el boleto estudiantil si no militantes de una agrupación revolucionaria, eso equivalía a justificar las desapariciones y los asesinatos. Seguramente porque pensaban que a los militantes es un poco más legítimo secuestrarlos y asesinarlos. Porque si no, no se ve porqué tenían que ocultar eso”.[7]

Las pruebas están a la vista y son brindadas por los propios protagonistas del difundido suceso: la historia oficial de La noche de los lápices no es más que una patraña, una total y completa ficción. En verdad, miente cuando dice que hubo un solo sobreviviente, puesto que cuatro de los implicados viven según quedó documentado; y miente cuando sostiene que desaparecieron tan sólo por “bregar por el boleto estudiantil”, cuando sus propios protagonistas afirman lo contrario: fueron detenidos por formar parte de estructuras vinculadas al terrorismo subversivo. Ello, por supuesto que no justifica el procedimiento irregular con el que se los combatió, pero ciertamente lo explica.".
Fuente: “Los mitos setentistas. Mentiras fundamentales sobre la década del 70″, de Agustín Laje Arrigoni.

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