sábado, diciembre 12, 2015

LA QUIMERA DE LA PAZ*


“Argentina, país generoso” decía un presentador. 
Y sí… lo es, aunque en el ánimo de los cínicos mueva a broma. El argentino  es un pueblo  generoso, que honra la paz por sobre muchas  bondades. 
La historia está plagada de situaciones que demuestran, por ejemplo, que cedimos territorio a nuestros vecinos limítrofes con tal de evitar la guerra. Sin embargo, no es un país de cobardes; la historia también lo demuestra. Nuestros gauchos mal armados enfrentaron, con suerte diversa,  a los vencedores de Napoleón: españoles e Ingleses. La guerra emancipadora  prueba  que el coraje  y la fe se sobrepusieron a las pobres perspectivas de vencer  a un enemigo formidable.
El dilema de la paz es que no puede imponerse con la fuerza del anhelo de un solo bando: si existe un agresor, por mucho que el agredido lo ambicione,  la paz es imposible.
Poner la otra mejilla y perdonar setenta veces siete es una opción cristiana individual. No puede proyectársela como política de Estado. 

SI QUIERES LA PAZ PREPARATE PARA LA GUERRA.

Fue así que en los años setenta, la Nación agredida se defendió. A un ataque brutal respondió con brutalidad. 
La legitimidad de defender a la sociedad frente al enemigo terrorista fue tan contundente que hasta la política avaló, en su momento, la toma del Poder por las Fuerzas Armadas. 
Pero con la victoria sobre el terrorismo las ambiciones personales postergadas reaparecieron. La política llamaba a la puerta y los que pelearon desde el lado del terrorismo tampoco querían quedarse afuera. 
Como una forma de lavar la cara al terrorismo  los revisionistas del pensamiento único oficial cuestionaron, exclusivamente, los ataques terroristas en democracia. Según esta nueva estrategia, serían legítimos los ataques terroristas  producidos  durante gobiernos de facto.  
Un ataque terrorista, ¿puede justificarse por el origen ilegal de un gobierno? ¿Puede realmente alguien explicar el ataque indiscriminado a civiles, hombres, mujeres y niños sólo porque el presidente era un militar? ¿Una bomba puesta en un bar,  en un comedor,  en una universidad,  en un hospital, en la calle que mata a cualquier transeúnte  casual, ajeno a la contienda, puede justificarse por razones políticas? ¿Qué protesta, qué manifiesto es tan prístinamente impoluto como para que Cristina, Humberto,  Paula , Argentino, …   vuelen por los aires o sean torturados? ¿La muerte de ellos garantizaba la vuelta a la democracia? ¿Sus familias llorosas, entregaron el sillón de Rivadavia a las huestes terroristas que denostaban la democracia?
No puede justificarse una bomba en cuestiones políticas. Una bomba es básicamente un artefacto inmoral que mata cobardemente desde lejos, anónimamente a cualquiera. Las normas IRAM todavía no han  discriminado entre bombas buenas y bombas malas.
Sin embargo se lanza  esta apología con una ligereza que estremece. Es que los argentinos hemos cedido en el terreno ideológico tanto como territorio fronterizo abandonamos en nombre de la paz. 
Los argentinos pensaron cándidamente que si respondían la brutalidad con brutalidad,  el estupor del vencido lo mantendría por siempre atrincherado en los ámbitos de la paz. Ahora sabemos que fue una ingenuidad. Luego pensaron, no menos ingenuamente, que si respondían a la agresión ideológica con mansedumbre  mantendrían una precaria paz. 

ES LA IDEOLOGÍA ¡ESTUPIDOS!!!!. 

Fue  necio  pensar que individuos ambiciosos e inmorales  abandonarían la lucha por el poder sólo porque perdieron por la fuerza. Pensar que aquellos que conciben la política únicamente como la conquista definitiva y perpetua del poder iban a darse por vencidos fue un error que nos ha costado caro a todos, aunque algunos han pagado más que otros: “El pago de la factura final, transcurridas varias décadas, se pretende que debamos abonarla unos pocos. Es difícil predecir si para saldarla bastará con nuestro sacrificio” Adolfo Donda, palabras finales, causa ESMA.
 Y lo cierto es que desde que fueron vencidos, por los medios que ellos designaron, con las armas que ellos mismos eligieron, sólo han insistido en la conquista del poder a través de  la política y desde ella, se han adueñado de los bienes, las vidas y la libertad de los vencedores.
Fue como el rearme alemán después de la primera guerra mundial, tan denunciado por Churchill,  tan ignorado por  los que perseveraban bobamente  en la paz. La guerra no pudo evitarse pero el rearme se cobró más vidas que si hubieran reaccionado a tiempo.
Fue una supina idiotez pensar que los vencidos, los que buscaban imponer un gobierno abusivo y perpetuo como el de Stalin, como el de Castro, iban a adaptarse a nuestra Constitución del 53 sólo porque perdieron por las armas.
Desde el mismo momento en que perdieron comenzaron una nueva guerra con otras armas:  la propaganda, la mentira, la estrategia del lobo vestido de oveja. La ideología. 
A esta altura, un grito salvaje pretende despertar a los pacíficos: “ES LA IDEOLOGÍA ¡¡¡¡ESTUPIDOS”!!!!
Ganamos la guerra pero perdimos la paz.
La quimera de la paz es un sueño imposible en nuestro país que desde su constitución ha vivido en guerra civil permanente y a esta altura es dable advertir que no dejará de hacerlo.
Pérfidamente  los vencidos del pasado  nos conquistaron con su ideología de muerte. 
Al tiempo que hoy no existe oposición política, durante  décadas tampoco existieron mentores políticos de derecha, de lo que socarronamente se ha dado en llamar sociedad occidental y cristiana. Hemos abandonado el territorio ideológico a los vencidos.
En el otro lado, ideólogos de distinto mérito han batallado sólo con la fuerza de su beligerancia.
Hebe de Bonafini, por ejemplo: una mujer sin talento, sin cultura ni  educación, sin inteligencia, sin carisma, sin un reclamo legítimo que la justificara porque,  hoy se sabe ,  sus hijos eran guerrilleros, nos ha conquistado sólo con la fuerza de su beligerancia. De su beligerante ideología.
Desde el nuestro, hemos aceptado hasta que existen bombas buenas y bombas malas. Que Patti es un asesino y su acusador, el terrorista indultado Bonasso, un ecologista. 
Que nadie se asuma de derecha, como si fuera un latrocinio presumir que de derecha es la ideología que genera riquezas y que TAMBIEN las distribuye, es parte de esa claudicación. 
La generosidad de nuestros mártires:  Larrabure, Leonetti, los conscriptos del regimiento de Chaco, de Manchalá no puede cederse en el terreno ideológico. Dejar de enarbolar el emblema de su martirio es matarlos de nuevo, esta vez por mano propia. Es traición a la Patria porque al morir por Ella, se han confundido con su propio Ser.
Aunque algunos entiendan inservible la revisión ideológica del pasado cuando tantos temas acuciantes nos persiguen, no podremos avanzar como Nación hasta que demos una nueva batalla: la ideológica.
Hasta que demos la nueva batalla y la ganemos.

*Estos pensamientos fueron escritos en el año 2013 cuando no se avizoraba un triunfo sobre el kirchnerismo, sin embargo, entiendo que cualquier victoria es transitoria y haber vencido ese régimen, no nos coloca ni de cerca en la posición de haber conquistado una paz perpetua. (A.P.A.)

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