domingo, junio 26, 2011

EL ASESINATO DE PATTI

CRONICA DE UN DELITO DE LESA HUMANIDAD

Días pasados, un mail apócrifo circulaba la noticia de la muerte del comisario Luis Abelardo Patti.
Patti no ha muerto aún.
El desenlace fatal de esta funesta historia no ha de hacerse esperar mucho. Patti fue condenado a muerte.
Para ganar tiempo y adelantarnos a los acontecimientos, sirvan estas palabras de obituario y misa de cuerpo presente.
Con inocente jactancia busco aguarles la fiesta a los que están más preocupados por River, o por el elegido para acompañar a una mandataria que ha decretado ser llamada “presidenta Cristina”, por los que reniegan de la gramática y el buen gusto.
El comisario Luis Patti fue un policía recto, un hombre de bien que proveyó seguridad a sus conciudadanos, sólo porque seguridad era lo que pedían. No les dio una piedra a los que pidieron pez, en palabras de otro inocente condenado a muerte.




Su familia y su carrera política

El comisario Luis Abelardo Patti, tiene dos hijos adultos y una pequeña hija que es su devoción quienes, junto con su amada esposa, han estado a su lado en los peores momentos de su vida. Su pequeña lo adora, prefiriendo siempre visitar a su padre en prisión que cualquier otro paseo infantil.
Los vecinos de Escobar lo eligieron en 2005 para el cargo de diputado de la Nación por el PAUFE. Este partido, luego del encarcelamiento de Patti, sucumbió a la traición y al soborno. Todos, o casi todos los diputados y concejales que deben su cargo a Patti, han pasado a engrosar las filas de sus carceleros.
Pese a haber sido electo para el cargo de diputado de la Nación y habilitado por la Justicia, fue impedido de asumir por miembros de una asociación ilícita comandada por el montonero Miguel Bonasso; autor de la inmortal sentencia “nos equivocamos cuando matamos a Rucci, debimos haber matado a López Rega”.
En otra etapa del país, el asesinato de una persona inocente pudo haber sido un crimen antes que un error pero al son de la fiesta kirchnerista este “mea culpa” es todo lo que se puede esperar. El equivalente montonero a la autocrítica exigida a los militares por la guerra sucia.
Fue así que una banda de amorales autodenominados diputados de la Nación, rechazaron el ingreso a la Cámara del diputado Patti, en razón de “inhabilidad moral”.




Prisión y enfermedad

El circo de los juicios populares lo alcanzó con una prisión preventiva por delitos de “lesa humanidad”.
El diputado Patti, privado de su cargo pero no del honor de haber sido electo por cuatrocientos mil votos, continuó haciendo campaña política desde el Penal de Marcos Paz. Los vecinos de Escobar siguieron apoyándolo, haciendo presumir que pudiera ser reelecto. Patti devino de molesto a peligroso.
Siempre conservó un espíritu conciliador y generoso. Nunca se sometió a la desesperación que los victoriosos de la guerra subversiva, imponen con sus múltiples ultrajes.
Alternaba la política con algunas actividades manuales que le ocupaban su tiempo y su ánimo. Fue el promotor de la huerta en el Penal que coronó con una imagen de la Virgen, a la que obsequiaba diariamente flores frescas.
Se negó a capitular ante la revancha inmotivada de los que inventan enemigos para justificar el saqueo.
En este marco de situación, fue sometido a una operación programada de columna que resultó en una mala praxis y un sospechoso ACV lo dejó postrado.
A partir de allí, el declive de su salud fue en caída libre. Durante la parodia de juicio popular, se le permitió permanecer internado en una clínica pero debía asistir diariamente a las audiencias. Asistía en camilla como botín de guerra de los lobos sedientos de sangre.




Sentencia de muerte. La juez de ejecución

Su salud empeoró. La predecible condena con sus predecibles cánticos y festejos permitió que su enemiga declarada, la Juez Lucila Larrandart, lo envíe a prisión común en el Penal de Ezeiza.
En su estado, la prisión común es el equivalente a una sentencia de muerte.
La Juez concedió un reportaje relatando que había quedado sin trabajo, luego del golpe de Estado del ´76. Que por haber quedado cesante comenzó a trabajar para los “Organismos Defensores de Derechos Humanos”. Interesante elección de palabras cuando el tema de la nota era la sentencia de Patti.
En prisión, sólo es atendido por la solidaridad de sus compañeros de infortunio, únicos enfermeros. Deben alimentarlo en la boca y levantarlo entre tres para ir al baño, porque carecen de los medios hospitalarios para que las personas postradas evacuen sus necesidades.
Los que lo han visto dicen que ha perdido su mente y las ganas de vivir. Su cuadro es desesperante.
Ante esta realidad, la “Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia” presentó un Habeas Corpus el viernes 17 de junio pasado, con la firma de los Dres. Gerardo Palacios Hardy, Emilio Hardoy (H) y Fernando Goldaracena. Recayó en el juzgado del Dr. Carlos Ferreyra Pella quien allanó el Penal de Ezeiza y comenzó un increíble peregrinaje con Patti a bordo de una ambulancia.
Hasta el día de hoy no ha conseguido internarlo. Las clínicas a las que lo lleva lo han rechazado con distintas excusas sugeridas, sin duda, por el Poder.
Patti continúa en el penal de Ezeiza.
La Némesis Larrandart le envió al juez Ferreyra un exhorto ordenándole que se abstenga de tomar cualquier decisión respecto de Patti, puesto que ella es la Juez de Ejecución. Nunca mejor expresado.
“El Proceso me dejó cesante… Yo soy la juez de ejecución”.
La Justicia argentina, encarnada por una Corte Suprema de Justicia pusilánime y tilinga, conoce bien el exterminio al que son sometidas más de mil personas, de las que ya han fallecido ciento treinta. Lo conoce bien por la misma Asociación de Abogados que presentó el habeas corpus por Patti. Esta ONG, la impuso de la situación mediante una denuncia bien documentada con estudios, radiografías y dictámenes de médicos especialistas.
Cuando más de doscientos abogados de un país (entre los que me incluyo), firman un escrito denunciando un genocidio, uno podría pensar que pasa algo o, tal vez, que algo tiene que pasar.
Nada ha pasado.
La Corte Suprema de Justicia, la peor desde el advenimiento de la democracia, cierra los ojos a un verdadero genocidio; un genocidio disimulado detrás de jueces, juzgados, leyes a medida, testigos falsos con lágrimas falsas, con recuerdos repentinos y olvidos convenientes, con sentencias asombrosas y defensores atónitos. Linchamientos blanqueados por una Corte asesina y cobarde que hoy tampoco sale a defender a Patti. Una Justicia obsecuente, que agasaja al Poder y castiga a los abogados que denuncian sus atropellos, como probablemente hagan con la firmante de estas líneas, por faltarles el respeto.
Es cierto, esta abogada no siente ningún respeto por la Corte Suprema de Justicia de la Nación y, si es una falta o un delito recibiré cualquier sanción con orgullo, como si se tratara de una medalla al mérito y a la decencia.
Cuando una voz se levanta para defender vidas inocentes, las penas impuestas por los malandras son premios, ante los ojos honrados.
Comisario Luis Abelardo Patti, nació en 1952…